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Cuidar la biodiversidad: una urgencia que no admite postergaciones

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Por: Milly Contreras, MSc.
Editora en jefe

Hoy, 22 de mayo, el mundo conmemora el Día Internacional de la Diversidad Biológica. Y más allá de una efeméride ambiental, esta fecha nos interpela con una urgencia que ya no podemos permitirnos ignorar. Estamos hablando de la vida en todas sus formas: la que camina, vuela, florece, repta, se multiplica, purifica el aire, regula el clima y sostiene los ecosistemas que nos dan alimento, agua, medicina y refugio. La biodiversidad no es solo belleza natural: es base, equilibrio y garantía de supervivencia.

En la República Dominicana, uno de los países insulares con mayor riqueza biológica del Caribe, la pérdida de hábitats, la contaminación, la expansión urbana sin planificación, los monocultivos y la pesca indiscriminada están arrinconando especies únicas. Muchas de ellas podrían desaparecer antes de que siquiera sepamos que existieron. La pregunta no es si debemos actuar, sino si nos atrevemos a seguir postergándolo.

Cuidar la biodiversidad no es un lujo verde ni una causa exclusiva de ambientalistas. Es una responsabilidad ética, social y económica. Es tan urgente como hablar de salud pública o seguridad alimentaria. De hecho, está íntimamente ligado a ambas. La degradación ambiental ha sido señalada como uno de los factores que incrementa el riesgo de pandemias. Y sin suelos fértiles, polinizadores y equilibrio climático, ¿de qué futuro agrícola estamos hablando?

Pero no todo son malas noticias. Cada vez más comunidades están despertando. Hay agricultores que regresan a prácticas sostenibles, estudiantes que reforestan manglares, jóvenes que defienden parques naturales, medios que visibilizan la problemática y científicos que alertan con evidencia en mano. No todo está perdido, pero todo está en riesgo.

Necesitamos políticas públicas más firmes, pero también ciudadanía más activa. Necesitamos educación ambiental desde la infancia, incentivos a quienes conservan, y sanciones para quienes destruyen. Necesitamos voluntad política, pero también voluntad cotidiana. Desde lo que comemos hasta cómo nos desplazamos y qué consumimos, cada decisión suma.

Este año, el lema del Día de la Biodiversidad es “Armonía con la naturaleza y desarrollo sostenible”. Hermoso en el papel, pero urgente en la práctica. No se trata de volver al pasado, sino de diseñar un presente donde el desarrollo no arrase lo que sostiene la vida.

Porque si cuidamos la biodiversidad, en el fondo nos estamos cuidando a nosotros mismos. Y eso sí que no admite postergaciones.

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