En momentos en que la economía global enfrenta turbulencias, los aranceles —esa vieja herramienta de política comercial— resurgen con fuerza como parte del debate nacional. En República Dominicana, el tema de los aranceles cobra particular relevancia a raíz de los acuerdos de libre comercio y los desafíos que enfrentan sectores como el agropecuario, la industria local y los consumidores.
La imposición de aranceles busca proteger la producción nacional frente a la competencia extranjera. Sin embargo, cuando estos se mantienen de forma inflexible o responden a intereses particulares, pueden convertirse en un obstáculo para la competitividad, encareciendo productos básicos y afectando el bolsillo del consumidor.
El caso del arroz ha sido uno de los más discutidos. Los productores temen la desgravación arancelaria que implica el DR-CAFTA, mientras que los consumidores claman por precios más justos. ¿Dónde está el punto de equilibrio entre la protección razonable y la apertura necesaria?
No se trata de eliminar los aranceles indiscriminadamente, sino de revisarlos con transparencia y visión de futuro. Deben ser utilizados como instrumentos estratégicos, que promuevan la innovación, el desarrollo sostenible y la integración en las cadenas globales de valor.
El país necesita una política comercial coherente, que piense en el desarrollo integral y no en la defensa momentánea de privilegios. Los aranceles no deben ser escudos permanentes, sino puentes hacia una economía más robusta, productiva y justa para todos.. Solo así, República Dominicana podrá enfrentar la competencia externa sin necesidad de levantar murallas comerciales.