Ciudad del Vaticano.– Una jornada cargada de simbolismo, emoción y expectativa marcó el inicio del Cónclave para elegir al nuevo Pontífice, tras el tradicional «Extra Omnes», fórmula latina que anuncia el cierre de las puertas de la Capilla Sixtina. Con ella, se dio paso al silencio sagrado del proceso que sólo interrumpen la oración y el voto.
En el interior, 133 cardenales reunidos en estricta confidencialidad escucharon una meditación espiritual a cargo del padre Raniero Cantalamessa, predicador emérito de la Casa Pontificia. Luego comenzó el ritual del sufragio: se prepararon las papeletas, se convocó a los ceremonieros y se realizó el sorteo que designó a los escrutadores, infirmari —encargados de llevar las papeletas a los cardenales enfermos— y oyentes, quienes verifican el proceso de votación. Con estos pasos se procedió al primer intento de elección del sucesor de Pedro.
Mientras tanto, en el exterior, la Plaza de San Pedro se convirtió en un mar de rostros y banderas. Más de 45,000 personas, entre peregrinos, fieles y curiosos, aguardaban con ansias y ojos puestos en la delgada chimenea de la Capilla Sixtina. El cielo nocturno era testigo de un espectáculo humano teñido por luces, flashes, voces y rumores. Las gaviotas, posadas como centinelas en el tejado, robaban a ratos la atención del público.
La tensión creció con el paso de las horas. Algunos improvisaban cantos, otros debatían posibilidades, todos compartían la misma pregunta: ¿habrá Papa esta noche?
Finalmente, a las 21:00 horas, el humo negro se alzó hacia el cielo romano, disipando las esperanzas de un anuncio inmediato. El rugido colectivo confirmó la noticia: no hubo acuerdo en la primera votación. El mundo deberá seguir esperando.