Por Milly Contreras

Editora en jefe
La alimentación, uno de los pilares fundamentales para el bienestar humano, se ha convertido en un tema de preocupación global debido a los numerosos desafíos que enfrenta la población en todos los continentes. Desde la malnutrición hasta el exceso de comida ultraprocesada, el mundo actual vive una paradoja alimentaria que impacta la salud física, mental y ambiental.
Desnutrición y hambre: una realidad persistente
A pesar de los avances tecnológicos y científicos, millones de personas en el mundo siguen padeciendo hambre y desnutrición. Según organismos internacionales, más de 700 millones de seres humanos no tienen acceso regular a alimentos suficientes y nutritivos. Esta situación afecta especialmente a niños y mujeres embarazadas, provocando retraso en el crecimiento, problemas cognitivos y alta vulnerabilidad a enfermedades.
En el otro extremo, la obesidad y el sobrepeso representan una crisis de salud pública, especialmente en países urbanizados. Una dieta rica en grasas saturadas, azúcares añadidos y alimentos ultraprocesados, sumada al sedentarismo, ha disparado los índices de enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2 e hipertensión. La mala alimentación no solo afecta el cuerpo, sino también la autoestima y la salud mental de millones de personas.
El auge de los alimentos ultraprocesados
El acelerado ritmo de vida ha llevado a muchas personas a reemplazar comidas caseras por productos listos para consumir. Sin embargo, estos alimentos suelen tener un alto contenido de aditivos químicos, sal y azúcares ocultos que, si bien aportan sabor y practicidad, carecen del valor nutricional que el cuerpo necesita para mantenerse sano.
Agricultura industrial vs. sostenibilidad
Otro gran desafío es el impacto ambiental de la producción masiva de alimentos. La agricultura industrial, basada en monocultivos y uso intensivo de pesticidas, degrada los suelos, contamina el agua y reduce la biodiversidad. A esto se suma el desperdicio de comida: se estima que un tercio de todos los alimentos producidos en el mundo termina en la basura.
Frente a esta compleja situación, la educación alimentaria se posiciona como una herramienta esencial. Enseñar desde temprana edad la importancia de una dieta equilibrada, el valor de los productos frescos y la lectura consciente de etiquetas, puede marcar la diferencia en la prevención de enfermedades y en la promoción de un estilo de vida saludable.