El reciente acuerdo entre China y Estados Unidos para reducir sus aranceles no solo representa un alivio económico, sino un respiro político en medio de un escenario global marcado por incertidumbres. Más allá de los porcentajes y las cifras, lo que está en juego es la capacidad de dos potencias de asumir su rol de liderazgo sin recurrir a la confrontación permanente.
Este acercamiento demuestra que, incluso en contextos de rivalidad, es posible apostar por el entendimiento. La economía mundial, ya presionada por conflictos y tensiones regionales, requiere señales de estabilidad, y esta decisión conjunta podría marcar el inicio de un nuevo ciclo de cooperación.
Que esta tregua no sea solo una pausa, sino el punto de partida para un comercio más justo, sostenible y abierto al diálogo